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 Sarrio  (Rupicapra pyrenaica )

La distribución actual del rebeco abarca desde los montes Cantábricos al Caúcaso, encontrándose en la mayor parte de las montañas del sur de Europa y Asia Menor que tengan alturas superiores a los 2000 metros.

Todos los rebecos se parecen, hasta el punto de haber sido clasificados dentro de un solo género: Rupicapra ("cabra de las rocas").

Este género apareció al final de de la glaciación del Riss (aproximadamente de 400.000 a 250.000 años antes de nuestra Era) y los rebecos fósiles más antiguos provienen de los Pirineos Orientales. Durante la glaciación del Wurn (entre 100.000 y 10.000 años a.C. ), los rebecos poblaron la mayor parte de Europa, incluso lugares situados a baja altitud. Posteriormente se fueron refugiando en las montañas, en núcleos de distribución separados. Este progresivo aislamiento geográfico al que ha estado sometido, ha propiciado la aparición de marcadas diferencias entre las poblaciones de las distintas zonas montañosas, las cuales se manifiestan en su estatura, coloración, anatomía y comportamiento. Tales diferencias han avalado la catalogación de diez subespecies diferentes, prácticamente una por cada sistema montañoso en el que actualmente vive. Una revisión reciente del género reagrupa todas estas formas geográficas en dos grandes troncos. Por una parte el formado por las tres especies más meridionales, que habitan la Península Ibérica y los Apeninos, y por la otra , las siete restantes. Para los primeros se ha propuesto el nombre de Rupicapra rupicapra y para los segundos Rupicapra Pyrenaica.

Algunos autores piensan que el primer grupo es el más antiguo y habría dado origen al segundo. De acuerdo con esta tesis, las poblaciones europeas descendieron hacia el sur empujadas por los rigores de la última glaciación. Cuando los hielos se retiraron, las poblaciones que se habían quedado en las montañas meridionales fueron paulatinamente colonizando de nuevo los sistemas montañosos de Centroeuropa.

En cuanto a su actual distribución en España, podemos encontrarlo en la Cordillera Cantábrica y en los Pirineos, siempre en altitudes superiores a los 1000 metros, si bien en el Cuaternario ocupaba zonas de más baja altitud y latitud, tal como lo evidencian restos fósiles encontrados en Guipúzcoa y Jaén. Estas poblaciones actuales constituyen dos subespecies, siendo la Cantábrica ( Rupicapra rupicapra parva ) de menor tamaño que la que se encuentra en los Pirineos (Rupicapra rupicapra pyrenaica).

El sarrio que es como se denomina al rebeco en el Pirineo Aragonés, es sin duda el mamífero más característico de estas altas montañas, cuya grácil y elegante silueta recortada en las crestas, es una imagen que solemos asociar al carácter alpino de su hábitat.

Efectivamente, es un animal muy especializado para este medio en el que vive, y basa su éxito en la eficiente explotación de los recursos que le ofrecen estas montañas, por cuyos acantilados y neveros se mueven con increíble seguridad gracias a las adaptaciones anatómicas particulares.

Algunos investigadores opinan que la presencia del sarrio en las cumbres más altas no es más que una consecuencia de la presión del hombre, que le ha obligado a refugiarse en estos lugares inaccesibles. Si bien su distribución actual puede deberse en parte a este motivo, también existe una predisposición previa y unas particularidades anatómicas que le capacitan para desenvolverse con soltura en la alta montaña, tanto en lo que se refiere a la orografía como a la altitud de éstas. Su adaptación a los riscos y neveros queda de manifiesto al contemplar sus extremidades. Posee unos miembros largos acabados en pezuñas altamente especializadas, de manera que cuando camina sobre nieve dura o hielo, apoya sólo la punta de éstas (duras y afiladas) que actúan como piolets, evitando resbalones y accidentes. Si la nieve está blanda, una membrana interdigital le permite caminar sin hundirse excesivamente, con lo que consigue mayor rapidez de marcha y un considerable ahorro de energía. Si se desplaza por cantiles rocosos apoya también la parte posterior de la pezuña, que es más blanda y se pega literalmente a las rocas.

Respecto a la altitud, hay datos que evidencian su especialización a este ambiente alpino, donde la proporción de oxígeno en el aire se reduce considerablemente. Así tenemos que la sangre del sarrio contiene 12 millones de glóbulos rojos por milímetro cúbico y su corazón pesa 350 gr , mientras que en el hombre tenemos 4,5 millones por milímetro cúbicos y 280 gr , respectivamente, lo que nos puede dar una idea del excelente aporte de oxígeno que reciben sus células, que le permite desplazarse con asombroso vigor por estos agrestes parajes.

 MORFOLOGÍA.

Respecto a su biometría, el sarrio es un animal de aspecto ligero que mide entre 1 y 1,10m de longitud, siendo su altura hasta la cruz de 0,7m. El macho es algo mayor que la hembra y viene a pesar entre 20 y 40 Kg., oscilando la hembra de 25 a 32 Kg. Al nacer suele pesar alrededor de 2,5 kg y su longevidad media es de quince a dieciocho años, aunque hay individuos que alcanzan mayor edad bajo condiciones anormalmente favorables.

Durante el invierno su pelaje es más oscuro y tupido que en verano, siendo el de los machos de un color pardo oscuro casi negro, con una banda clara que se extiende por la parte superior de la cara, mandíbula y lados del cuello. En la época estival el pelaje de ambos sexos es de un color pardo amarillento, lo que hace muy difícil distinguir los machos de las hembras. Para su identificación es necesario recurrir a la forma de los cuernos ( presentes en ambos sexos ), siendo los de las hembras más delgados y el gancho en que terminan más abierto. Los dos tienen unas glándulas detrás de los cuernos, más desarrolladas en el macho, que en la época de celo segregan una substancia de olor característico que sirve para marcar su territorio.

Existe una clara diferencia entre los cuernos del sarrio, que pertenece a la familia de los bóvidos, y las cuernas de los cérvidos (venado, corzo, gamo). En el caso de estos últimos, sus cuernas son verdaderos huesos fijados al cráneo, que caen todos los años y son reemplazados nuevamente. Mientras, el cuerno del sarrio está constituido por un estuche córneo que recubre un vástago óseo del cráneo, permanente durante toda la vida del animal. Entre el estuche y el pivote óseo existe una fina capa carnosa, muy vascularizada, que además de fijarlos entre sí es la que produce su crecimiento. Durante los cinco primeros años el desarrollo de los cuernos es relativamente rápido y durante éstos apenas son perceptibles los anillos de crecimiento, mientras que a partir del quinto año y en los sucesivos, los bordes anulares se marcan de forma precisa y profunda, quedando cercanos a la base de los estuches. Estos anillos nos permiten conocer la edad del sarrio, así como la historia de su vida, ya que un aumento superior respecto a los demás anillos indicaría un año de pastos abundantes y vida tranquila, mientras que la escasez, enfermedades o accidentes producen anillos pequeños o mal formados.

Los cuernos de un macho adulto llegan a alcanzar una longitud de unos 26 cm en total, los de las hembras suelen ser un poco más pequeños y más finos y con la curvatura más abierta, si bien hay algunas llamadas "machorras" cuyos cuernos son equiparables a los de un buen macho. No es raro ver ejemplares con algún cuerno defectuoso o roto, motivado por alguna violenta caída o al ser alcanzado por alguna roca de los numerosos desprendimientos que se producen por los roquedos que frecuentan.

 

 CICLO ANUAL.

Los sarrios están distribuídos por todo el Pirineo aragonés, generalmente en alturas comprendidas entre los 1500 y 3000 m, aunque en invierno bajan algunas veces hasta los 1000 m. Un rasgo característico de esta especie son los desplazamientos altitudinales que realiza a ritmo de las estaciones a modo de cortas trashumancias. En invierno, empujado por la nieve desciende de altura, situándose en el límite superior de los bosques y en el interior de éstos, en busca de refugio y alimento, que en esta época del año está constituído en buena parte por leñosas( pino, abeto, haya ). También se alimenta de alguna gramínea o pasto seco que aflora de la nieve o en algún cantil o roquedo batido por el viento.

Esta época es la más crítica, sobre todo al final del invierno, produciéndose numerosas bajas de individuos viejos o debilitados, si bien los más afectados son los cabritos, ya que en ocasiones mueren más del 50% de los nacidos en primavera. Esto pone de manifiesto la fuerte presión selectiva que el invierno ejerce sobre las poblaciones de sarrios. También es la época más propicia para las avalanchas de nieve, que a veces ellos mismos provocan accidentalmente, bajo las cuales quedan sepultados. Esta circunstancia es bien conocida por los quebrantahuesos ( Gypaetus barbatus), que en la primavera sobrevuelan la línea inferior de las nieves que se están fundiendo en busca de restos de sarrios que pudieron haber sido sorprendidos por algún alud.

Generalmente, la primavera se resiste a manifestarse en la alta montaña, pero a medida que la nieve va desapareciendo de los prados alpinos, los pequeños grupos de sarrios van progresando en altitud en busca de los pastos más tiernos.

Entre los meses de abril y mayo y tras una gestación de cinco meses, tiene lugar el parto. Ante la inminencia de éste, las hembras preñadas se apartan del grupo con el que han pasado el invierno, echando también de su lado al cabrito del año anterior, que hasta ahora había estado estrechamente ligado a su madre. Ya en soledad, alumbran un cabrito, muy raramente dos, que a las pocas horas de nacer será capaz de seguir a su madre con increíble vigor y agilidad. El número de cabritos que nace anualmente es variable entre unos años y otros y en las diferentes zonas, influyendo diversos y complejos factores; lo habitual en el Pirineo es que paran entre el 50% y el 85% de las hembras mayores de dos años.

Posteriormente, las madres con sus cabritos volverán al rebaño principal, que paulatinamente va ganando altura para concentrarse en el verano en los picos más altos. En esta época son más fáciles de ver, ya que aumenta la densidad y el tamaño de los grupos, al disminuir la superficie de ocupación. Además, la tendencia a concentrarse sobre la nieve les hace también más visibles.

La altura a la que suelen encontrarse en verano puede variar según los sectores. En una de las zonas donde han sido estudiados (Reserva de Viñamala), la mayor parte de la población se sitúa en torno a los 2400 m. Posiblemente en este nivel encuentran una temperatura adecuada y mayor abundancia de neveros, donde acostumbran a reposar en las horas más calurosas, teniendo en cuenta también que a esta altitud pueden encontrar bastantes collados que les permiten pasar de una cuenca a otra sin excesivo esfuerzo.

Durante el verano tienen comida abundante, estando su dieta constituída principalmente por plantas herbáceas, del tipo de gramíneas y leguminosas.

 

 CELO.

En el mes de noviembre tiene lugar el celo de los sarrios. Para entonces el grupo de hembras y subadultos ya han descendido a cotas más bajas empujados por las primeras nevadas invernales. Los machos, que hasta ahora habían permanecido solitarios, abandonan sus refugios para encontrarse con las hembras. Los mejor dotados reunirán su harén particular, cuyo número puede oscilar entre tres y doce hembras, a las que guarda celosamente en un grupo bastante compacto. Las glándulas retrocorneales del macho alcanzan ahora su máximo desarrollo y les servirán para delimitar su territorio. Así es frecuente verlos restregar la base de sus cuernos sobre arbustos o pequeñas prominencias rocosas, quedando los alrededores impregnados con un fuerte olor a cabra y almizcle.

Esta es la época en que el macho desarrolla más actividad ya que, aparte de ir cubriendo a las hembras que salen en celo, muy a menudo tiene que enfrentarse con otros machos que también tienen pretensiones sobre su harén. Estos enfrentamientos no suelen llegar al contacto físico, consistiendo generalmente en agresivas persecuciones con la cabeza muy baja, amenazando con ensartar a su contrincante con sus cuernos en forma de garfio, al mismo tiempo que eriza los pelos del lomo y emite unos sonidos guturales. Dado que estas persecuciones tienen lugar a mucha altitud y en lugares muy agrestes, suele ser suficiente la manifestación de la fortaleza de los machos dominantes para hacer desistir a sus oponentes. A pesar de todo, si las fuerzas están muy igualadas pueden llegar al contacto físico, produciéndose a veces heridas graves y en ocasiones la muerte, por las características de sus cuernos.

Esta intensa actividad desarrollada durante la época de celo, merma considerablemente las reservas que los machos habían acumulado durante el verano, por lo que en ocasiones se enfrentan al invierno peligrosamente debilitados.

 

POBLACIÓN Y DISTRIBUCIÓN.

En los años posteriores a la segunda guerra mundial, la situación de los sarrios en el Pirineo llegó a ser muy crítica. La mayor disposición de armas por parte de la población civil diezmó las poblaciones, especialmente en la parte francesa. En los años 1966 y 1968 se crearon en la vertiente española las Reservas Naturales de Caza y el Parque Nacional de los Pirineos en Francia, lo que permitió una progresiva recuperación de la especie, estimándose que actualmente existen en el Pirineo Aragonés alredor de 14.000 sarrios.

Su distribución, así como la estructura de sus poblaciones, es muy diferente de unas zonas a otras, estando estas variaciones condicionadas en gran medida por las actividades humanas, (caza, ganadería y turismo). La mayor parte de sarrios en el Pirineo de Huesca se encuentra en las cinco reservas de caza situadas a lo largo de la línea fronteriza con Francia, cubriendo gran parte del Pirineo occidental y central. En ellas se están realizando concienzudos estudios de la densidad y estructuración de sus poblaciones (R. García- González ). Fuera de las reservas la densidad de sarrios disminuye considerablemente, siendo difíciles de ver y más aún de estudiar su conducta, pues la caza constante a lo largo de la historia ha provocado una desorganización crónica de sus estructuras sociales.

Generalizando, puede considerarse que la distribución de la población de sarrios en un territorio está determinada, aparte de por la influencia humana, por todo tipo de variables relacionadas con las características fisiográficas de dicho territorio y con la misma biología de la especie. Respecto a esta última existen dos tipos de conducta característica de los sarrios y de otros grandes herbívoros. Una de ellas son los desplazamientos estacionales en altitud (invierno: banda forestal; verano: pastos supraforestales), cuya motivación principal sería la búsqueda de alimento y refugio. La segunda se debe a las características sociales de la especie, comunes en muchos ungulados, que consiste en la segregación territorial de ambos sexos, los cuales sólo se unirán en la época de celo. De esta forma, los grupos más numerosos están constituídos por hembras adultas con sus cabritos y una parte de los subadultos, mientras que los machos suelen permanecer solitarios, acantonados en ciertos lugares abrigados del nivel forestal, o en algún pequeño roquedo de donde expulsarán a cualquier congénere que se acerque.

Los grupos de hembras y jóvenes pueden llegar a los ochenta y cien individuos, siendo su estructura de carácter matriarcal. La cohesión de estos grandes rebaños es bastante limitada, estando generalmente constituídos por grupos más reducidos y más vinculados entre sí. De manera que más que manadas estables, existen áreas de distribución preferentes, en las que las condiciones ecológicas y ausencia de presión humana son las más favorables.

En cuanto a la relación numérica entre animales sexualmente maduros, se tiende a considerar como normal la proporción de un macho por cada dos hembras, mientras que estudios realizados en la Reserva de Viñamala han dado como resultado una proporción de un macho por cada 4,3 hembras. La proporción óptima entre los sexos, así como su influencia sobre la fertilidad anual y la organización social es un tema complejo, que es objeto en la actualidad de detallados estudios.

Es muy posible que la razón del bajo número de machos con respecto a las hembras se deba a la caza continuada y casi exclusiva del macho, que ha hecho descender excesivamente el número de éstos, por lo que sería aconsejable reducir o cesar las cacerías hasta que el equilibrio de la población se recupere.

 

UN DÍA EN LA VIDA DE LOS SARRIOS.

Suelen pasar la noche en abrigos naturales que les ofrece el terreno, pudiendo tratarse de pequeñas cuevas, extraplomos rocosos, entre un grupo de pinos, etc. Con las primeras luces del día comienza la actividad de los sarrios, que se dedicarán a la búsqueda de alimento. Si los pastos están a cierta distancia, se encaminan en grupos más o menos ordenados, en los que suele predominar la formación en fila, comandada por una hembra adulta. Una vez que han llegado al lugar apropiado, el grupo se dispersa para dedicarse al pastoreo que les ocupará hasta la media mañana; a continuación se tumban para descansar y rumiar. Al mediodía y tras una corta comida, se dedicarán de nuevo al reposo y a la rumiación. En verano les gusta hacerlo tumbados sobre neveros. Tanto si están comiendo como descansando son muy difíciles de sorprender, ya que tienen los sentidos de la vista, oído y olfato muy desarrollados.

Además, desde hace algún tiempo tienen un valioso aliado para la vigilancia de su territorio; se trata de la marmota (Marmota marmota), que extinguida naturalmente de los Pirineos en el Cuaternario, fue nuevamente introducida por la vertiente francesa en 1948. Se ha extendido con gran rapidez, estando hoy presente en todo el Pirineo Aragonés, y si difícil es pasar desapercibido para los sarrios más lo es para estos roedores, que dedican muchas horas a observar todo cuanto acontece en su territorio y con sus potentes silbidos alertan a toda la fauna de que algún extraño anda por las cercanías.

Por la tarde, los sarrios realizan la comida más larga y al atardecer se encaminan de nuevo a sus refugios, donde, ya de noche, rumiarán los alimentos ingeridos.

 DEPREDADORES Y ENFERMEDADES.

Desaparecidos sus depredadores naturales, hoy día el sarrio adulto sólo teme al hombre que los caza para conseguir su trofeo. El zorro (Vulpes vulpes) y el águila real (Aquila Chrysaetos), ejercen su depredación sobre los recién nacidos o jóvenes enfermos entre los que ocasionan bajas, a pesar de la bravura con que su madre los defiende.

Pero la mayor mortandad, tanto en jóvenes como adultos en los últimos años, ha sido provocada por un virus contagioso que llega a producirles la ceguera. Esta enfermedad en sí misma no les causa la muerte, pero al quedar ciegos no tardan en perecer, al caer despeñados, ahogados en algún lago o por inanición. Esta epidemia tuvo su mayor incidencia sobre los sarrios hace unos diez años en que, desplazándose de este a oeste, llegó a afectar a todas las reservas del Pirineo Oscense. Últimamente , esta enfermedad ha desaparecido en muchas zonas.

 

 Fuente: Internet
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